El viento golpeó y trajo una nueva sensación. Ya no estaba en su mejor momento cuando invadió el ya gélido ser. Y con él, éste, despertó.
Entonces partió para un viaje insólito. Se desposó de su antiguo modo, abrió de sus convicciones, descartó consejos funestos y salió.
Sus ojos todavía confusos, apenas conseguían distinguir los objetos que le surgían al frente. Todavía distorsionadas, las personas se acercaban y se encantaban. Hasta que lo oían, lo acompañaban y todo el encanto pronto se deshacía, cuanto más cerca llegaban.
Pero el ser, poco a poco dejaba el gélido hacia atrás. Descamando progresivamente, veía en él una epidermis sin las manchas características de las acciones del tiempo. Y su pecho se llenaba, su cabeza se erguía, entendiendo que ya no era él. Pero él.
En este proceso, se vio de arriba, aunque por poco tiempo. Pues, en instantes, como en un mal súbito, él descendió. Tal vez todavía no estaba preparado. Tal vez, aún no se hallaba preparado. Tal vez, sería sólo un preanuncio de lo que vendría a ser.
Pero el miedo le hizo regresar. La inseguridad se tradujo en pisadas hacia atrás. Y él desistió. Aunque temporalmente, pero suficiente para que los días se transformaran en meses, en años.
Sin embargo, no todos tuvieron el mismo fin.
Y así, la evolución continuó su camino. Célebre camino.
¡Que el TODO PODEROSO sea contigo y aún más en ti, hoy y en todos tus días!
Yedidyah